jueves, 2 de diciembre de 2010

Busco musa inspiradora

No he tenido mucho que escribir porque nada extravagante ha pasado, aunque no he necesitado de una aventura extrema para escribir, siempre requiero de alguna inspiración, un pequeño acontecimiento que desate mi neurosis. Ahora he estado más tranquila, por lo menos durante la vigilia, porque cuando duermo vivo todas las aventuras que no he podido vivir. He estado enfrascada en lecturas de todo tipo, descubriendo series de televisión, en clases de spinning, pilates (y demás clases para doñas con nombres exóticos). Ah sí, también viendo películas clásicas que nunca había visto como: Casablanca. Por cierto, quien no la haya visto que supongo son pocos, es necesario que lo hagan. Y así paso mis días, viviendo aventuras que otros han escrito.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Lo recomiendo

Muchas novelas me han provocado esa extraña sensación de querer seguir leyendo pero hacerlo sumamente lento para no terminar tan rápido y alargar el placer. "The curious incident of the dog in the night-time" de Mark Haddon es una de esas y algo más. Esta novela se me atravesó, no tenía idea de ella o del autor. La empecé a ojear un día que como de costumbre paseaba por la sección “Novelas S.XX” en la biblioteca. Me llamó la atención no sólo por el “curioso” título sino también porque estaba en inglés y según yo si leo en inglés además de divertirme, estudio. Cuando me di cuenta ya no podía dejarla. Es corta y tuve que hacer un esfuerzo sobrenatural para terminarla en semana y media. Una semana después de haber terminado no podía continuar con ninguna otra lectura porque no quería olvidarla, el personaje es tan entrañable. Ayer comprendí que las cosas terminan -sí la vida es difícil- y decidí, por fin, empezar con Leviathan de Austen.

jueves, 26 de agosto de 2010

Miss Universo

Me enteré por el facebook, que una mexicana ganó el concurso de Miss Universo. No pude evitar entrar en uno de los tantos videos colgados para ver la final y observar cómo la tapatía hacía lo que todos esperábamos que hiciera -¿les enseñan a reaccionar de una manera específica o por qué todas hacen lo mismo?- No puedo evitar mostrarme contrariada, obviamente me parece un certamen ridículo pero no me mal interpreten sé que son bellísimas y no creo que sea un trabajo fácil, por favor el mantenerte así requiere de muchísimos sacrificios, pero festejar lo que un pequeño grupo de personas dicen qué es “la belleza” y luego “universal” me parece desmesurado y sí, también indignante. Al verlo recordé inmediatamente mi adolescencia, eran los noventa y las “top models” estaban en su apogeo, la música oscilaba entre las exageradas Spice Girls, la inmortal Madona y los grupos furiosos e incomprendidos como Nirvana. Realmente era difícil sobrevivir la adolescencia en ese contexto. Yo me agarré de los furiosos adolescentes, no porque yo fuera parecida a ellos pero mi novio de momento sí y ya saben como funciona eso de los novios y la adolescencia.
Miss Universo es tan kitsch como los noventa, como una mezcla chusca de formas plásticas y de mundos intensos y supuestamente profundos. Y ahora que vi el concurso (la final) no pude evitar recodar esos momentos contados en que con mi familia nos sentábamos en la cama a verlo y opinar lo que era o no la belleza. No puedo dejar de sentir vergüenza, como cuando ves una de estas fotos de primero de secundaria y después de reír intentas desaparecerla.
Veo que a muchos compatriotas les llena de orgullo, pues sí, por fin una noticia novedosa, el mundo se ha dado cuenta de que en México no sólo matan, roban y encarcelan a las mujeres por abortar, no, también está la mujer más bonita del universo, no importa que no se parezca ni a la mitad de las mexicanas, por lo menos no es güerita y eso ya es ganancia.

lunes, 16 de agosto de 2010

De vacaciones

Me ha costado más de lo normal volver a escribir y es que son vacaciones. Aunque muchos pensarán que para mí todos los días son vacaciones, el ambiente y las rutinas a mi alrededor son diferentes. Estoy aprovechando el sol, la playa y el caliente mar. Mi vida, se ha centrado en la lectura lo que me llena de un gran sentimiento de culpa: ¿no debería de estar ayudando a alguien, no sé, en algún voluntariado tratando de llevar comida a Haití o por lo menos trabajando en cualquier cosa para poder salvar a esta pequeñísima empresa de la segura bancarrota? Con esto en mente mientras caminaba a mi casa después de un día de lectura en la playa, encontré un bar en donde buscaban personal. Como es mi costumbre entré para decir que me interesaba trabajar. Por segunda vez fui sincera y dije que no tenía experiencia de mesera pero que aprendía rápido, pidieron mi teléfono y me explicaron que ellos se comunicarían conmigo si me necesitaban pues era sólo para ayudar durante las fiestas.



El sábado a las 10 de la noche me llamaron diciendo que la persona que iba a trabajar canceló y que necesitaban urgentemente a alguien para ayudar a los meseros. Estuve trabajando de 10:30 de la noche a 3:30 de la mañana, llevando cervezas, cuentas y lavando tarros. La mesera es una colombiana de 23 años con una niña de año y medio, el otro mesero y jefe es un boliviano de 30 años. Me miraban con curiosidad, ella me preguntó: “¿Eres mexicana verdad? No hay muchos mexicanos aquí”, le extrañaba que yo nunca hubiera trabajado de mesera pues ella lo ha hecho toda su vida (esas fueron sus palabras). Terminé cansada y satisfecha por haber ganado 30 euros. No me han vuelto a llamar pero la semana de fiestas todavía sigue lo que aumenta la posibilidad de recibir otra llamada. La competencia es fuerte, cómo competir con personas de 23 años por un trabajo que nunca he hecho y que ellas han realizado TODA su vida. Mientras espero una llamada termino de leer Aladino y me preparo para Leviathan.

martes, 6 de julio de 2010

Mundial

Tengo un gusto extraño por el fútbol: no le voy a ningún equipo pero sí sé que no le voy al América –¿quién se atreve a usar ese azul y amarillo? y lo peor, ¡combinarlos!- sin embargo, me gusta ir a los estadios aunque he ido a pocos partidos y me gusta también ver el mundial, sobre todo y únicamente cuando México juega. Bueno, confieso que también me entretengo cuando es la final y generalmente apoyo a Brasil.
Pensé que España era un país futbolero, pero otra vez el mismo error: pensé que España era un solo país y no, son muchos. Desde una semana antes de que fuera el mundial yo le preguntaba a Prehistoric: “¿En dónde veremos el partido de México?”, esta pregunta que le parecía ilógica y a la que respondía con un: “En donde sea, es la inauguración, la van a pasar en todos lados”, era una pregunta digna de ser formulada.
Llegó el día de la inauguración y nos dimos a la tarea de buscar “cualquier” lugar para verlo. ¿Cuál fue nuestra sorpresa? No había lugares que pasaran el fútbol, los que estaban abiertos (pues era la hora de la comida o la siesta, no sé) y tenían televisión, preferían sintonizar una telenovela. El dueño de un bar al que no le apetecía poner el mundial nos dijo: “Ustedes se tienen que ir a los lugares que están cerca del mercado”. Esta respuesta no podía significar nada bueno, preguntando un poco más nos enteramos que alrededor del mercado viven varios argentinos. Sí, el mundial es para inmigrantes (no jugara Barcelona contra el que sea porque entonces el mundo para).
Encontramos un local tipo bar-cafetería de chinos en donde pasaron el partido. El bar estaba vacío, éramos Tsegai, Mulakan, Arturo, David, la china que atendía y yo, todos de extraños países. Lo bueno del asunto es que al ser un lugar alejado del centro y evidentemente no para catalanes, era barato.
Me di cuenta que lo mío no es el fútbol, necesito un ambiente futbolístico para interesarme. De cualquier forma para el siguiente partido me di a la tarea de buscar en dónde verlo, con Karina recorrimos algunos bares e hicimos un gran descubrimiento, encontramos un lugar perdido y diferente (por no decir cutre), en una televisión pasaban el partido México-Francia y en la otra CSI doblada al castellano español, no latino, lo que le daba un toque humorístico al fútbol. Evidentemente el lugar era económico y lo mejor, con la bebida daban tapas, algo común de la otra España, no de esta. Creo que encontré el próximo lugar de moda.
Por cierto, en Burgos el fútbol se vive intensamente, que triste que Paraguay no pasara y que yo tuviera que festejar con los españoles cantando “soy español, viva España”.

domingo, 20 de junio de 2010

De ida y vuelta

Dejé de escribir por mucho tiempo, tengo que echarle la culpa a la tesis, sí decidí no esperar más y titularme, o algo así, el asunto es que tuve que hacer correcciones, correcciones y más correcciones, de tres borradores se hicieron 6 y tengo todavía la sensación de que lo que imprimí y encuaderné es otro borrador un poco menos burdo.

En fin, para poder realizar el cometido, regresé a México. Por razones sobre todo económicas, me di un mes para titularme, según yo ya casi tenía todo listo. Sólo faltaba imprimir la tesis y juntar algunos papeles, firmas y sellos. ¡Qué ilusa! No sé por qué pensé que conseguir una firma en México era sencillo, ni que decir de los sellos. El tiempo pasó rápido y logré mi cometido sin entrar en pánico, o por lo menos no como esperaba, el examen lo disfruté y vencí el “tiempo mexicano”. Sin embargo, deseaba tener unas vacaciones, disfrutar de mi gente, de la comida y del lugar, como esto no sucedía cada vez que me quejaba alguien me recordaba: “Pero viniste a titularte, no de vacaciones”. ¿Por qué todo el mundo lo tenía tan claro menos yo?

Cuando volaba hacia México estaba un poco nerviosa, mil cosas pasaron por mi cabeza: ¿Querré regresar a España después de pisar otra vez mi país? ¿Qué haré con el tiempo de sobra para no pensar en el examen? ¿Me dará un ataque de nervios en el metro Hidalgo después de haber vivido meses de tranquilidad? La verdad es que los nervios eran infundados, en primera no hay nada como estar en casa y ahora mi casa está en Tarragona, por otra parte no tuve tiempo de sobra y además no me podía haber dado un ataque nervioso porque sucedió algo que nunca pensé podría pasar. Bajé del avión y en cuanto tuve contacto con la primera persona de México, y eso que era la indiferente señorita de migración, sentí algo difícil de explicar. Lo entiendo como si dentro de mi tuviera engranajes que no encontraban su lugar hasta que pisé tierras mexicanas y se volvieron a conectar, entonces algo dentro hizo clic, y comencé a moverme con facilidad, como si supiera cómo y qué hacer, como si fuera parte de algo, una sensación rara y evidentemente, difícil de explicar. Ese era mi lugar, sentí lo que desde hace muchos meses no había sentido y no sabía que existía, es la sensación de pertenecer y, que raro es eso.


En el avión de regreso a Paris pensé en esa sensación que otra vez iba a dejar, pero en el momento en que pisé el aeropuerto francés y me enfrenté al desdén del señor de migración me inundó otra igual de fuerte, de adrenalina, desconocida y buena, una sensación que podría llamar de aventura si es que eso existe. Me emocioné por regresar a lo desconocido, a volver a: no saber como funcionan las cosas, a aprender y descubrir. Sí, regresé optimista y con mi maleta llena de latas de chiles, salsas y más chilitos.

lunes, 22 de marzo de 2010

Crema para las arrugas


Entre muchas de las manías que me ha dejado mi familia la obsesión por el cuidado de la cara es una de las más fuertes. Gracias a mi madre puedo decir que han pasado sólo un par de noches, seguramente si hago un esfuerzo no muy grande podría hasta recordar la fecha exacta, en que me he ido a dormir sin lavarme la cara. Es realmente un fastidio cuando no estás en tu espacio para poder llevar a cabo tan importante ritual, no me refiero sólo a cuando no estas en una casa que no es la tuya sino cuando el agua potable es escasa o cuando el baño más decente es atrás del matorral, pero nada de esto ha controlado mi obsesión y siempre encuentro la forma de dormir con la cara limpia. Me he puesto cremas de todo tipo a todas horas y para toda ocasión pero aunque parezca imposible nunca me había preocupado, era algo mecánico, como lavarse los dientes, algo que tenía que hacer y ya. Así, nunca en mi vida había comprado una crema hasta que cumplí los 32 años... sí hasta hace un mes aproximadamente. Creo que realmente todo comenzó cuando llegué a España con lo básico y las provisiones que yo traía se terminaban, pero la necesidad se unió con la edad y desde ese momento el tema adquirió importancia.
Decidí pasar un cumpleaños tranquilo, turisteando por Barcelona con mis personas queridas, y mientras caminábamos hacia el museo Picasso pasé por una farmacia, de pronto, algo hizo clic, se creó una necesidad que antes no existía. A pesar de haber usado cremas por años no sabía nada al respecto, nunca había comprado una, era una neófita. Prehistoric y Chistis esperaban pacientemente mientras que Amaranta, consiente del problema que significaba el comprar una crema antiarrugas, entró y me dio todo el apoyo necesario para llevar a cabo tan complicado suceso. No tardé mucho en escoger, me preocupaban los muchachos que nos esperaban. Salí emocionada de la farmacia, con una sensación de satisfacción. Julieta me preguntó en vísperas de su cumpleaños si me había dado un poco de depresión el cumplir 'tantos' años, "son muchos" me había dicho en un correo. No, la verdad es que al contrario, me sentí bien, ¿qué mejor forma de asumir la realidad que comprar una crema antiarrugas? Claro, ahora no puedo olvidarlo, abrí la puerta de la aceptación y no puedo cerrarla. "Ya tengo treinta años, tengo que empezar a maquillarme" o "Ya tengo treinta años, no puedes salir de fiesta todos los días", "Ya tengo treinta años, ¿cuándo voy a tener hijos?" Crecer no es difícil, aceptar los años que tienes sí porque todo se complica. Ahora no puedo evitar verme al espejo y pensar en las "líneas de expresión", me pregunto si las que tengo me acaban de salir o ya las tenía pero nunca las había notado.

P.D. Gracias Sisly por recordarme el tema y darme algo para contar

viernes, 26 de febrero de 2010

Aprendiendo a ser Sudaca


Me han estado diciendo que mis posts son casi siempre sobre ‘identidad’, yo juraba que no, a ver, una parte es sobre lo que he vivido y otra es pura ficción. Lo digo en pasado porque hoy me he dado cuenta que es inevitable no tocar temas de identidad cuando me estoy enfrentando a una nueva cultura.
La otra noche estaba con Noemie, sus compañeras de piso y los amigos de ellas en un bar tomando una caña. Para romper el hielo se me ocurrió preguntar: “¿Y todos ustedes son catalanes?” Error, comencé una plática sin sentido, la conversación con los catalanes fue por direcciones realmente extrañas, de repente uno de ellos me dijo en tono de broma que de México lo único que conocía era El Paso (que es una marca de productos Tex-Mex) a lo que yo le respondí “Eso está en Estados Unidos, y por lo que sé no es México”, “Bueno pero está en la frontera, ¿no?” Otro, mientras reclamaba el por qué ellos tenían que aprender a hablar en castellano comentó resentido “A mi no me gusta nada el acento sudamericano” lo que no me hubiera importado si el comentario hubiera venido al caso y si no supiera que con Sudamérica, los españoles, se refieren a todo lo que se encuentra del río Bravo para abajo. Comprendo su contexto histórico, vivieron mucho tiempo oprimidos, supongo que es algo parecido a lo que sucede en México, se puede notar ese mismo sentimiento de rencor. La diferencia es que aquí se transforma en una especie de ‘orgullo’ que me parece está mal direccionado, entre otras cosas se reafirman rechazando violentamente al castellano y todo lo que tiene que ver con esa lengua. Así, en este amplio panorama de ‘lo castellano’ entramos todos los que de nacimiento hablamos ese idioma y si eres del otro continente peor. Lo más extraño del asunto es que se nos exija reconocer diferencias entre catalanes y valencianos o catalanes y castellanos mientras que ellos no pueden diferenciar entre mexicanos y venezolanos cuando, en gran parte, lo que nos une son ellos. Karina, una argentina, me dijo: “¿Ahora sí ya sabes qué se siente ser sudamericana?”, como si fuera algo negativo. No, la verdad es que todavía no sé que significa ser sudamericana, por el comentario de Karina sé que hay una connotación negativa, aunque en realidad no se siente tan mal, es como ser parte de algo más grande y eso es bueno ¿no? Total, aquí estoy tratando de entender mi situación dentro de ese estereotipo que no logro comprender del todo pero del que inevitablemente me han hecho parte.

miércoles, 10 de febrero de 2010

De paso


Ya me lo había advertido Petite Biscuit cuando hace muchos años regresó de Londres, ciudad en la que vivió por dos años, y también lo he escuchado de Brenda en repetidas ocasiones. Hacer un hogar es lento, países y lugares como Europa o Estados Unidos en donde la mayoría de los migrantes van a trabajar y/o estudiar, se convierten en lugares de paso, aunque la estancia dure toda la vida. Llevamos tan sólo cuatro meses en España y se acaba de regresar nuestro primer amigo, ya lo había escuchado, lo entendía, entendía la fuerza con que se tiene que desprender la gente, pero nunca lo había sentido. La gente viene y va, haces amigos que se convierten en parte de tu cotidianidad, podría decir que se convierten en tu familia y cuando se van se siente lo frágil de ese espacio, te das cuenta de que todos estamos aquí sólo por un momento. Generalmente suele ser más difícil cuando eres de los que se quedan, te obliga a pensar si lo mejor no será desapegarse de todo, no crear lazos, yo que pensaba que era bastante desapegada. Es un sueño. No puedo dejar de preguntarme ¿Cómo le hace mi amiga Brenda? ¿acaso se vive en un estado de melancolía permanente? ¿aprendes a desapegarte de todo y todos? ¿se puede vivir siempre como migrante? Por lo pronto se nos fue Eduardo, nuestra primer persona, nos dejó tambaleando un poco. “No pensé que lo fuera a extrañar” dijo Alia, “Ha de ser ‘sol’ en el calendario maya” decía mientras tomábamos una caña en el ‘mojito’ y continuábamos con nuestra rutina de fin de semana.

miércoles, 20 de enero de 2010

Las aventuras de Prehistoric

El blog se ha puesto serio (sí aunque no lo crean todo lo anterior ha sido broma), mi casi único lector semanal decidió postear un escrito suyo, supongo que obligado a leerlo todas las semanas pensó que si yo escribía cualquier persona podía hacerlo y se aventó a escribir una pequeña aventura. No digo más, dejo que Don Prehistóric lo cuente:


MONT BLANC Y EL RELOJ DE LA VIDA

Todo comenzó una mañana fría de diciembre 11. Era mi cumpleaños. Me esperaba en la mesa una tarjeta. Dos simios-antropoides alardeaban por una caja empaquetada y con listones “-What is in this box Tom?” Era una tarjeta con austrolopitecinos: el perfecto regalo para un estudiante del cuaternario. Y, como Tom, yo me pregunté: ¿Qué hay ahí? Unas palabras de felicitación y, al final, una incógnita: “vale por ?... Se requiere de ti y de tu tiempo el 19 y 20 de este mes...”. Las perfectas artes de La Chamana me envolvían como un dulce a un niño, pero con palabras misteriosas en una tarjeta jocosa. Tuve que esperar siete largos días.

Mañana fría, 18 de diciembre: la incógnita aún no se develaba. Caminamos a la estación de tren. Por mi mente pasaban ciudades, aventuras. Pero prefería no imaginar lo imposible, ni ilusionar lo vano: el dinero y la situación no nos permitirían llegar a África, ni a un lugar muy lejano, además, el misterio duraría sólo un día.

Al llegar a la cola, me paré junto a la Chamana y ella dijo “Dos boletos a Mont Blanc.”

No lo pude evitar, mi cara advirtió lo que el pequeño poblado significaba en el mapa de Europa. La Chamana con su peculiar encanto me miró y dijo: “¿Qué ya conoces?”.... Sí, claro, fuimos en la clase de geología y le expliqué dónde estaba. -“¡No!” -Je, je, es broma. -“¿Pero entonces?” -No, es que, es súper chiquito, ahí no hay nada. -“No justo lo pensé para ti, para ir a un poblado tranquilo: que no haya fiesta, como de viejito”. De pronto en la confusión de qué estaba pasando, la Chamana, cual detective, me dijo señalando a un mochilero de canas blancas: “a él síguelo”. Corrí y subimos al tren.

Si la densidad de personas expresara la calidad del lugar a donde vas, éste tendría que ser muy malo. Éramos tres, el de adelante, como mi alma, era viejo, pero con mochila al hombro; era al que habíamos seguido. La Chamana me explicó porqué lo seguimos: iba a Mont Blanc; lo había escuchado pedir su boleto cuando estábamos en las ventanillas. Antes de comenzar a andar se subió una familia. Veinte minutos después íbamos viendo el paisaje y la Chamana me envolvía en misterios de lo que haríamos y veríamos y de lo que no pudimos hacer por falta de dinero y de ropa de invierno... De repente, en medio de la nada, el tren se detuvo. A los pocos minutos llegó personal del tren: “alguien se ha cruzado en la vía... Veremos qué pasa”.

...Pasó mucho tiempo, íbamos en el último vagón. El padre de familia comenzó a hablar: “¡Ostia, pero si está vivo!, se ve cómo se mueve”... Más gente llegaba; otros se iban: todos venían de los otros vagones. De pronto el niño comenzó a hablar y el padre le explicaba: “no es que seguro que se aventó al tren y pues el tren le pegó, eso pasa” Escenas gore; platicas detalladas. El padre le explicaba al hijo y el hijo le preguntaba. En el transcurso de la situación, todos comenzaron a cuestionarse en voz alta y a hacer soliloquios: “No pero seguro perderemos el que sigue, es que debe llegar el juez y los mozos y... Sí seguro nos pondrán otro tren...” “Pero es que con este ya son cuatro, ya van dos en Tarragona, uno en Torredambarra y este, todos en una semana... Pues será que a todos los coge mal parados esta época y con las hipotecas hasta... ¡Que me cago en la leche!” Otro, más joven, tomó su móvil y comenzó a andar en dirección al accidente.

Soy honesto, el gossip me inquieto y fui a ver qué se veía, qué sucedía. Estábamos en la puerta el padre, la madre, el hijo y el viejo que iba a Mont Blanc. Era cierto, había una persona a unos cien metros; dos parados lo miraban y uno parecía estar indicando vía telefónica el lugar del accidente.  El fotógrafo del móvil se aproximaba al lugar de los hechos. El atropellado parecía levantar la cabeza.

Habían pasado más de 20 minutos y nosotros teníamos que conectar en La Plana de Picamoixons y de ahí tomar otro tren que nos llevaría a Mont Blanc.

La Chamana, desesperada intentaba  leer. Fui con ella y le platiqué lo que se veía.  Su cara se alargaba y sus ojos se entristecían. Con la premura del tiempo encima, se dice lo que no se tiene que decir y los impulsos guían a la razón: “qué pinche suerte, a ese se le antojó tirarse ahorita, justo cuando no podemos llegar en otro tren y ya no hay camiones... Me da tristeza... Era tu regalo, tu sorpresa...” -

Yo, que por dentro me sentía en una película de Hitchckok, intentaba atraer los pensamientos sabios de los tibetanos, de la clase de yoga y de las viejas lecturas de Cornejo, que mi madre me dejaba leer cuando era adolescente; no sé de donde, pero lo positivo me salió a flote:

No te preocupes, tranquila, hay cosas que no puedes evitar... Tú lo planeaste todo, pero a veces las cosas no salen... Es como ese hombre, qué tal que se intentó tirar y matarse y tuvo la suerte de quedar vivo. Seguro esto lo ayudará y lo verá en algún momento y le servirá para recordar lo miserable que es la vida y entonces lo que viva después lo hará sentir mejor.

Sin duda, mi intento de ser positivo, calmo los ánimos. La Chamana comenzó a reírse de mi soliloquio como guasona en crisis. Y como pasa siempre, yo, con cara de no entender y no comprender, la miraba... Ella entre carcajadas me explicaba lo confuso de mi lógica y me hacía ver que no había, en mi pensamiento, un ápice de optimismo.

Afortunadamente los mozos llegaron y el tren finalmente pudo seguir andando. El interventor nos preguntó hacia donde nos dirigíamos y le contestamos.
Al llegar a Plana, un poblado en medio de la montaña, en donde el viento y el frío saben llegar, nos dijeron que unos taxis vendrían por nosotros.
Nos tocó un taxi para nosotros dos solos; al final el mochilero de canas decidió ir a Lleida. El chofer advirtió: “En Mont Blanc es más frío que aquí”. En el camino la Chamana sacaba hojas y las revisaba, eran reservaciones.

Nos bajamos y comenzamos a caminar. Era un poblado amurallado. El frío arreciaba y no sabíamos a dónde caminábamos.

-II-

Perdidos entre las murallas, sin mapa, con el viento que nos curtía la piel y con las solas notas de la Chamana, intentábamos encontrar la fonda Cal Blasi. La escena seguía esbozando un trágico cumpleaños en un poblado desolado y con viento.

Finalmente y con suerte llegamos a un pequeño lugar de fachada de rocas y ventanales de madera, un tanto rústico, tocamos la puerta y salió un simpático hombre. “Benvinguts....” Nos dijo una frase en catalán. “Lo entendéis, verdad”, preguntó. Replicamos, un tanto atolondrados, que sí. Enseguida nos mostró el hotel: detallaba con sus descripciones cada rincón. De la recamara describió el baño, la cama, la ventana, la terraza, los controles... Todo. No faltó algo sin quedar explicado. Después se dispuso a irse, no sin antes advertir que ese lugar era pensado para descansar, para disfrutar y relajarse: “no admitimos niños sólo por eso... escuchen” Y con un don de maestro nos hizo escuchar el silencio.
Al final levantó las manos y dijo: “¡qué maravilla, que lo disfruten!” y salió.

Calma, silencio, olor a casa.  El Cal Blasi se mueve por dos almas: Carme y Carlos. Ella de primera impresión es fría, da la sensación de estar encerrada en sus pensamientos; Carlos, al contrario, es todo él hacia afuera: habla, ríe, platica, enseña. Hacen una gran mancuerna. La unión de sus fuerzas se expresa a lo largo de nuestra estancia, sin embargo, es en la cena cuando se ven sus máximas expresiones. La comida es natural, hecha a mano. Se hace poco y  para pocos. El tiempo, ese que no se acaba pero que cómo nos falta, aparece en cada bocado que se prueba y en cada plato que se sirve. Ella cocina y él atiende. Aquí un piñón tostado a mano; allá un pimiento asado, pelado y machacado; del otro lado, una mujer que con calma los cocina. 

Es tal el valor que Carme le da a su comida que cuentan por ahí que una ocasión llegó un turista perdido y hambriento y le dijo: “Me puede cocinar lo que sea, cualquier cosa. Con tal de que quite el hambre” Ella, cual si hubiese escuchado una blasfemia, casi lo manda a la hoguera: “¡Cómo se atreve a decirme que le haga cualquier cosa, yo no me levanto a gastar mi día en cualquier cosa!...”  La historia no la sé completa, pero estoy seguro de dos cosas: o Carme, enfurecida, le mostró el camino a un fast food o el hombre se dio cuenta y  terminó aclamando un alimento que fuera propio del esfuerzo, de ese, que hace que valga la pena el día. La historia la supe después de cometer el mismo error que ese hombre, por eso, interpreto el posible final que tuvo su destino.

Mi error fue llegar de la fábrica de vinos con prisas y con la premura de que quedaban escasas dos horas para tomar el tren que nos llevaría de regreso a Tarragona. “Carme -dije- nos podría preparar dos bikinis -sándwich de jamón-, algo sencillo, sé que usted lo hará saber diferente, es para llevarlos a la sala y comer allí, tal vez, con dos cervezas” Al inicio se negó y me dijo, “Bikinis yo no hago, no tengo tiempo de hacer el pan”, de hecho me miro con cara de “mira este limosnero y con garrote, cómo que en la sala y algo rápido”. Yo lo acepté su mirada, expresión y argumentos fueron irrebatibles.

Ella me dijo que me mostraría dónde comprar una Bratwurst, comida común en Catalunya. Después de escuchar la negación, yo, con espíritu un tanto antropológico y un tanto de pirata de la cocina, comencé a preguntar sobre la manera en que cocinaba y le pedí que me dejara tomar unas fotos. Después de una exquisita plática en la que, al contrario de los procesos industriales y controlados de la fábrica de vinos, me enseñó cómo la calma y el sabor son hermanos de la pasión y el tiempo. Al final me dijo: “Bikinis no hago, pero si quiere le llevaré un quiché con hongos y las dos cervezas, sólo que lo llamo y usted baja por ellas”. Ya no quiero presumir más, sólo concluyo: el trato humano, la calma de la sala, la lectura, la cerveza y ese sabor del quiché y del pan dulce hecho a mano son inolvidables. 

Pensar en el Cal Blasi es pensar en lo opuesto de la modernidad, es conocer el contraste entre dos lógicas: la de la cantidad y la de la calidad. El mundo moderno impone la primera. Conforme esa fuerza que llamamos modernidad se expande, la segunda forma parece ir quedando en el olvido. Los hoteles regularmente son jaulas bellas en las que se esconde lo impersonal, lo hecho en serie.

Las emociones, las vivencias y los sabores, dicta ese nuevo ritmo de la vida, deben de ser similares para todos. En el Cal Blasi, la lógica es la inversa. Lo único, lo diferente, lo tradicional y el trato diferenciado son las envolturas de su espíritu.

Mi regalo de cumpleaños fue una experiencia de ambivalente reflexión, fue pensar qué sucede cuando el tiempo se detiene porque la vida está en él y qué cuando el tiempo se detiene porque la vida se acaba.



viernes, 15 de enero de 2010

No quiero ser como la Pau




Creo que mentí un poco en el post pasado, si bien no hago una lista de propósitos, sí tengo uno claro para este año que comienza: encontrar trabajo. Y, sin darme cuenta de que era un propósito de año nuevo, entré de lleno y con todo a cambiar mi situación laboral. Así, reestructuré mi cv, aprendiendo de los errores del año pasado hice dos diferentes para dos tipos de empleos: mientras que en uno era experta en atender teléfonos, hablar inglés, arreglar computadoras, doblar camisas, servir la sopa sin derramarla y sonreír sin cesar; en el otro podía transformar una marca y entender las más profundas pasiones de los consumidores porque claro, la antropología, la historia y sobre todo la etnohistoria me habían dado las herramientas para entenderlo todo. Y así navegue y busqué empleos, envié cv's como nunca antes e imprimí una cuantiosa cantidad de ellos. Ahora sí, nadie se me iba a escapar, alguien tendría que hablarme. 
Y sorpresa, al siguiente día me hablaron de una empresa, que cuando me llamaron por teléfono no entendí el nombre, pero ¿que importaba? era mi primera entrevista, estaba emocionada. La entrevista fue extraña, en realidad no me preguntó mucho, “No necesitas saber nada” y dijo: “Aquí no hacemos ventas”, es sospechoso cuando alguien te dice que no hace algo y no logra explicarte muy bien lo que sí hace. La cita fue rápida y tuve poco tiempo para preguntar detalles, dentro de los cuales estaba la cuestión del pago. Me pidió que fuera al día siguiente para que viera cómo trabajaban y, si me gustaba, hablaríamos después de todos los detalles. Llegué un poco incómoda a la casa, me había dado cuenta de que no solamente seguía sin saber el nombre de la empresa, en realidad no sabía nada de ellos. Esto inquietó a Don Prehistoric y, con esa inteligencia paranóica que lo caracteriza, sólo dijo: "Es una pirámide". No estábamos seguros de nada pues yo no había llegado con mucha información y tampoco estaba en la situación de ponerme los moños. 
Al siguiente día llegué al lugar a las 8 de la mañana, encontré 10 personas hablando frente a un pizarrón y a unos carteles en donde yo sólo alcazaba a leer: Los 8 pasos para…, no hacía falta leer lo que seguía para saber que la palabra ‘éxito’, ‘optimismo’  o algo por el estilo estaba escrita. Total, fui engatusada por ellos y me enviaron con el que notoriamente era el mejor a trabajar. Cuando preguntaba por el pago, siempre cambiaban de tema insistiendo que las personas que estaban ahí eran personas que se querían volver ricas, que querían el éxito y que estaban porque querían tener su propia empresa, nunca recibí una respuesta. Como se podrá suponer el trabajo sí eran ventas, en específico se engañaba a la gente para que firmara y por cada contrato firmado el vendedor ganaba 25 euros, aunque todavía no lo tengo muy claro, y sí, como bien dijo Prehistóric, era una de estas empresas pirámide.
Lo peor del momento vino a la hora de la comida: “¿Sabías que tu puedes ser como Paulina Rubio?” me dijo Abel, uno de los vendedores, haciendo que casi me atragantara con mi bocadillo, “Noooo” dije (error, me faltó decir ‘por favor’), “Claro que sí, ella es una persona común y corriente como tu y como yo”, “Si ya sé” dije, “Tu puedes ser como ella” repitió, “Claro...si eso es lo que quieres”  contesté, “Sólo un 3% de los que entran en esta empresa se quedan aquí, porque sólo ese 3% es el que tiene todo para llegar a tener éxito y ser ‘alguien’ en la vida”, (le faltó añadir: como la Pau). Discutir era perder más tiempo del que ya había perdido, por lo que yo sólo sonreía. Cuando todos se distrajeron huí… bueno no, en realidad el día fue largo, tuve que terminar con ellos y regresé a la casa hasta las 8:30 de la noche con la tarea de estudiar, “¿Crees que algo se regala?” Me repetía Sergi el instructor, “Nooo, todo cuesta y por eso harás un examen para ver si te quedas en esta empresa”. Regresé a casa con el tema del exámen: los ‘8 pasos para el éxito’.
A ver, es verdad que con dinero se vive mejor, innegable, y que el éxito es bueno (habrá que ver que significa éxito para cada persona) pero ¿querer ser como Paulina Rubio?... no se preocupen, ahí fue cuando ellos me perdieron.