Entre muchas de las manías que me ha dejado mi familia la obsesión por el cuidado de la cara es una de las más fuertes. Gracias a mi madre puedo decir que han pasado sólo un par de noches, seguramente si hago un esfuerzo no muy grande podría hasta recordar la fecha exacta, en que me he ido a dormir sin lavarme la cara. Es realmente un fastidio cuando no estás en tu espacio para poder llevar a cabo tan importante ritual, no me refiero sólo a cuando no estas en una casa que no es la tuya sino cuando el agua potable es escasa o cuando el baño más decente es atrás del matorral, pero nada de esto ha controlado mi obsesión y siempre encuentro la forma de dormir con la cara limpia. Me he puesto cremas de todo tipo a todas horas y para toda ocasión pero aunque parezca imposible nunca me había preocupado, era algo mecánico, como lavarse los dientes, algo que tenía que hacer y ya. Así, nunca en mi vida había comprado una crema hasta que cumplí los 32 años... sí hasta hace un mes aproximadamente. Creo que realmente todo comenzó cuando llegué a España con lo básico y las provisiones que yo traía se terminaban, pero la necesidad se unió con la edad y desde ese momento el tema adquirió importancia.
Decidí pasar un cumpleaños tranquilo, turisteando por Barcelona con mis personas queridas, y mientras caminábamos hacia el museo Picasso pasé por una farmacia, de pronto, algo hizo clic, se creó una necesidad que antes no existía. A pesar de haber usado cremas por años no sabía nada al respecto, nunca había comprado una, era una neófita. Prehistoric y Chistis esperaban pacientemente mientras que Amaranta, consiente del problema que significaba el comprar una crema antiarrugas, entró y me dio todo el apoyo necesario para llevar a cabo tan complicado suceso. No tardé mucho en escoger, me preocupaban los muchachos que nos esperaban. Salí emocionada de la farmacia, con una sensación de satisfacción. Julieta me preguntó en vísperas de su cumpleaños si me había dado un poco de depresión el cumplir 'tantos' años, "son muchos" me había dicho en un correo. No, la verdad es que al contrario, me sentí bien, ¿qué mejor forma de asumir la realidad que comprar una crema antiarrugas? Claro, ahora no puedo olvidarlo, abrí la puerta de la aceptación y no puedo cerrarla. "Ya tengo treinta años, tengo que empezar a maquillarme" o "Ya tengo treinta años, no puedes salir de fiesta todos los días", "Ya tengo treinta años, ¿cuándo voy a tener hijos?" Crecer no es difícil, aceptar los años que tienes sí porque todo se complica. Ahora no puedo evitar verme al espejo y pensar en las "líneas de expresión", me pregunto si las que tengo me acaban de salir o ya las tenía pero nunca las había notado.
P.D. Gracias Sisly por recordarme el tema y darme algo para contar
1 comentario:
pues a mi Zapata se encarga de recordarme usar bloqueador, y tu de usar antiarrugas!
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