jueves, 26 de agosto de 2010

Miss Universo

Me enteré por el facebook, que una mexicana ganó el concurso de Miss Universo. No pude evitar entrar en uno de los tantos videos colgados para ver la final y observar cómo la tapatía hacía lo que todos esperábamos que hiciera -¿les enseñan a reaccionar de una manera específica o por qué todas hacen lo mismo?- No puedo evitar mostrarme contrariada, obviamente me parece un certamen ridículo pero no me mal interpreten sé que son bellísimas y no creo que sea un trabajo fácil, por favor el mantenerte así requiere de muchísimos sacrificios, pero festejar lo que un pequeño grupo de personas dicen qué es “la belleza” y luego “universal” me parece desmesurado y sí, también indignante. Al verlo recordé inmediatamente mi adolescencia, eran los noventa y las “top models” estaban en su apogeo, la música oscilaba entre las exageradas Spice Girls, la inmortal Madona y los grupos furiosos e incomprendidos como Nirvana. Realmente era difícil sobrevivir la adolescencia en ese contexto. Yo me agarré de los furiosos adolescentes, no porque yo fuera parecida a ellos pero mi novio de momento sí y ya saben como funciona eso de los novios y la adolescencia.
Miss Universo es tan kitsch como los noventa, como una mezcla chusca de formas plásticas y de mundos intensos y supuestamente profundos. Y ahora que vi el concurso (la final) no pude evitar recodar esos momentos contados en que con mi familia nos sentábamos en la cama a verlo y opinar lo que era o no la belleza. No puedo dejar de sentir vergüenza, como cuando ves una de estas fotos de primero de secundaria y después de reír intentas desaparecerla.
Veo que a muchos compatriotas les llena de orgullo, pues sí, por fin una noticia novedosa, el mundo se ha dado cuenta de que en México no sólo matan, roban y encarcelan a las mujeres por abortar, no, también está la mujer más bonita del universo, no importa que no se parezca ni a la mitad de las mexicanas, por lo menos no es güerita y eso ya es ganancia.

lunes, 16 de agosto de 2010

De vacaciones

Me ha costado más de lo normal volver a escribir y es que son vacaciones. Aunque muchos pensarán que para mí todos los días son vacaciones, el ambiente y las rutinas a mi alrededor son diferentes. Estoy aprovechando el sol, la playa y el caliente mar. Mi vida, se ha centrado en la lectura lo que me llena de un gran sentimiento de culpa: ¿no debería de estar ayudando a alguien, no sé, en algún voluntariado tratando de llevar comida a Haití o por lo menos trabajando en cualquier cosa para poder salvar a esta pequeñísima empresa de la segura bancarrota? Con esto en mente mientras caminaba a mi casa después de un día de lectura en la playa, encontré un bar en donde buscaban personal. Como es mi costumbre entré para decir que me interesaba trabajar. Por segunda vez fui sincera y dije que no tenía experiencia de mesera pero que aprendía rápido, pidieron mi teléfono y me explicaron que ellos se comunicarían conmigo si me necesitaban pues era sólo para ayudar durante las fiestas.



El sábado a las 10 de la noche me llamaron diciendo que la persona que iba a trabajar canceló y que necesitaban urgentemente a alguien para ayudar a los meseros. Estuve trabajando de 10:30 de la noche a 3:30 de la mañana, llevando cervezas, cuentas y lavando tarros. La mesera es una colombiana de 23 años con una niña de año y medio, el otro mesero y jefe es un boliviano de 30 años. Me miraban con curiosidad, ella me preguntó: “¿Eres mexicana verdad? No hay muchos mexicanos aquí”, le extrañaba que yo nunca hubiera trabajado de mesera pues ella lo ha hecho toda su vida (esas fueron sus palabras). Terminé cansada y satisfecha por haber ganado 30 euros. No me han vuelto a llamar pero la semana de fiestas todavía sigue lo que aumenta la posibilidad de recibir otra llamada. La competencia es fuerte, cómo competir con personas de 23 años por un trabajo que nunca he hecho y que ellas han realizado TODA su vida. Mientras espero una llamada termino de leer Aladino y me preparo para Leviathan.